Más allá...

Lo que vivo, lo que siento, lo que pienso... Ni más, ni menos... Fantasía y realidad son uno, porque en el fondo aquello que llamamos verdad es una farsa de nosotros mismos...

febrero 17, 2006

Amor de atardeceres...


No todos conocen el amor, a veces nos pasa enfrente y no nos damos cuenta.

Cuántas veces he cerrado mis ojos para verle en mi interior, pero a veces el recuerdo es engañoso y sólo te regala escenas específicas que así como vienen, se van y se diluyen en la memoria.

Hace un tiempo, conocí a un joven lleno de sueños, inseguridades, silencios y vacíos. Fuimos juntos a la Academia de Letras y compartimos mucho tiempo, lo suficiente como para saber quién era, qué quería y a dónde se dirigía.

Cada tarde, nos veíamos y aprovechábamos los ratos libres para conversar y compartir inquietudes; a veces me parecía ambiguo, pero había algo que me atraía de aquel caballero pleno de enigmas.

Hubo unos días que estuvimos muy cerca, más de lo normal; nuestras miradas se encontraban, nuestras manos jugaban a esconderse unas en las otras y las sonrisas nos hacían cómplices. Me sentía muy bien en su compañía, pero a la vez tenía miedo de ser herida una vez más; quizá era tarde ya para eso, pues llegó el momento esperado, en el que se definiría todo aquello que nos estaba pasando y me dijo que quería acostumbrarse a mí.

No sé si fue apresurado, o simplemente todo lo que sentía dio vueltas en mi mente sin siquiera preguntarle al corazón, lo cierto es que le dije que no era cuestión de costumbre, sino de querer y que no quería que me hiciera daño.

La historia terminó y la distancia fue cada vez más grande, más fuerte y más dolorosa; una distancia llena de cercanía y cotidianidad, pero ya nada fue igual, porque el temor ahogó en un mar de lágrimas el sentimiento que a penas nacía.

Durante semanas dormí intranquila, no podía soportar tanta indiferencia, hasta que un día desperté sobresaltada, me asomé a mi ventana y parecía que todo estaba en orden, sin embargo, tenía una presión en el pecho que me indicaba que algo andaba mal.

En la tarde fui a la Academia, caminé por el largo y oscuro pasillo que me conducía a la sala de clases y él no estaba ahí; nadie tenía idea de su paradero y eso me angustiaba más.

Recuerdo ese día mejor que ninguno otro de mi vida; no tenía cabeza para estudiar ninguna lección, estaba ida del mundo. Mi cuerpo estaba en ese preciso instante y ese mismo lugar, pero mi mente se había ido muy lejos de ahí, tan lejos como el viento se lo había llevado a él.

Por un momento sentí su presencia en la silla tras de mí, pero era un simple espejismo porque él ya no estaba; había emprendido un viaje

que lo llevaría a encontrarse consigo mismo y a descubrir su destino.

Aquel chico inseguro de sí, había conseguido la fuerza que necesitaba para dejarlo todo y tomarse un tiempo de reflexión. Simplemente tomó su sentir y su pensar y se fue a perseguir el horizonte, buscando respuestas, esas que sólo en su corazón habitan.

Yo, desde mi ventana le veo, justo cuando el sol se pone; cierro mis ojos y desde la línea que divide el cielo de la tierra está él observándome.

Ahora siento mucha paz, sé que él es feliz donde quiera que esté.

Amarle es dejar que vuele alto en libertad y sea profundamente feliz en la distancia, aun con el temor de que no vuelva, ya que es su bienestar, el mío.
Tal vez ese sentir no vuelva a tocar mi puerta, pero siempre estará albergado en mi corazón aquel amor que se fue con el sol del atardecer.

Antes de la Carta…


Estoy sentada en la computadora, escucho algunos adagios y me dejo llevar por algunos recuerdos y sentires de estas navidades que me trajeron hasta este momento.

Estas navidades no fue fácil elegir lo que haría, pues me tocó tomar una, entre varias propuestas y definitivamente creo que mi opción fue la mejor y más significativa en mucho tiempo. Pude haber viajado o ido a un retiro; pude participar en las actividades de Una sonrisa en Navidad o en las de mi parroquia, pero al final opté por quedarme en casa, recoger mi cuarto y mis ideas para empezar el año con buen pie.

El estar en casa contribuyó a que un importante porcentaje del día estuviera libre para salir, caminar o compartir con mis amigos y familiares. Este año, como los anteriores, vinieron de visitas mis tíos Ricardo y Sandra con mis dos primitas, Natalia y Emilia la nueva. Creo que el verlos y conocer a la princesita de cinco meses fue mi mayor incentivo a quedarme, pero nunca pensé todo lo que traería consigo es te hecho.

Sandra y las niñas a penas se quedaron un día, para luego ir a San Cristóbal y visitar a la familia materna, pero fue intenso y lleno de sorpresas. Esa noche vino de visita cualquier cantidad de personajes que creía perdidos en mi memoria. Tíos y primos desfilaron por la casa de mi abuela paterna y lugar de reunión familiar, y asombrados me veían, después de unos cuatro o cinco años de ausencia, y preguntaban por mi mamá, por la abuelita y mis hermanos, hasta llegar a un segundo nivel; el de indagar en lo más profundo para averiguar acerca de las cosas que ocupan mi tiempo y emitir un juicio acertado, listo para su pronta difusión.

Reencontrarse con la familia siempre o casi siempre es bueno; por lo menos da una oportunidad de revisar esas raíces que se quiera o no, son parte de cada uno. Junto a Sandra pude comentar sobre las riñas familiares, esas que se mantienen disfrazadas con una sonrisa y buenos deseos para el otro. Esto me hizo pensar en la razón por la cual me distancié de mi familia paterna y vi que nada había cambiado mucho; unos años más, alguna experiencia adquirida y quizá, desde el ínfimo punto del planeta en el que me encuentro, pueda hablar de una pequeña dosis de madurez que me ayuda a comprender mejor la vida y lo que me rodea.

Ricardo se quedó un par de días más y aprovechamos a subir al teleférico, comimos, caminamos y conversamos mucho; de su mano delineé mejor mi norte. Sin darse cuenta me presentó unas opciones que no había considerado; tan sólo me habló de su experiencia, pero fue suficiente. Su consejo fue acertado y caló hondo en mi corazón.

Las niñas, es otra historia; me regalaron mucha alegría y energías para seguir caminado.

Terminé el año con un profundo agradecimiento y eso me trajo a este momento en el que escribo la carta que les dedicaré a mis tíos, por convertirse en mi ejemplo y fuente de inspiración.

Ahora sólo me queda seguir construyendo ese camino que me lleve a conseguir mis metas...

febrero 16, 2006

La Carta...


Querido tío, a estas alturas debes estar ya en San Cristóbal desde hace “un rato largo”, como quien dice… Yo por mi parte, me encuentro dedicándote algunas líneas, que me han estado revoloteando todo el día y como cosa rara, es propicia la noche para pasarlas por escrito…

Desde el sábado he tomando algunas notas de lo que iba viendo y sintiendo, y si te soy sincera, no tendría ningún sentido tratar de unificarlas porque en sí mismas son sentires diferentes de momentos específicos, que se van hilando lentamente a través del paso de los pocos días que convivimos…

Me he decidido a escribirte, porque quizá me haya sido difícil expresarte todo lo que he sentido en estos días contigo…

Sin duda alguna, en estos pocos días que compartimos he aprendido mucho más a cerca de la familia y los nexos que te unen a ella, que en los casi 20 años que tengo…

Tal vez suene exagerado, pero es cierto, hasta este momento no había comprendido el verdadero significado de la familia y de seguro fue esa la razón que me impulsó a decirte palabras tan fuertes aquel día por teléfono; lo lamento mucho, aún cuando me digas que no me preocupe, pero quiero que sepas, que me duele porque te quiero y por sobre todas las cosas, porque uno no daña a quien ama y en ningún momento mi intención fue herirte…

Creo que es de humanos errar, pero más aún el pedir perdón cuando se ha fallado, por eso insito nuevamente en este punto…

Por otra parte, siento que tú, Sandra y las niñas, me han dado el mejor regalo en estas Navidades, que es el volverme sentir parte de un todo y ese todo es nuestra familia, que más allá del apellido, la sangre, el color o la costumbre, está el lazo irrompible que nos une: El amor…

No sabes lo feliz que he sido de verte y de poder conversar tantas cosas contigo de tú a tú… También tuve la ocasión de conversar con Sandra y de sentirla mucho más cercana… Creo que todo esto, en parte fue una oportunidad que me di a mí misma, después de tanto tiempo de lejanía…

Sonará raro, porque se supone que los que están a kilómetros de aquí son ustedes, pero confieso que yo misma me fui alejando poco a poco de la familia, por las muchas cosas que te conté… Incomodidades, diferencias, o simplemente por aquellos detalles que no comparto… A veces creo que ha sido de forma inconsciente, pero ahora me doy cuenta de que es lo contrario y que hay barreras de por medio que se han ido levantando a fuerza de tiempo y distancia…

Me da rabia ser tan sensible, sentirme vulnerable ante los demás y de alguna manera, mi defensa ha sido el encerrarme; es curioso, porque precisamente, el martes en la noche, cuando te quedaste hablando con mi tío, recuerdo que me encerré en la biblioteca a escribir, e internamente, yo vivo con frecuencia ese proceso de encierro…

Normalmente, como ese y este día, me encierro para pensar, leer, escribir, crear… Pero en ocasiones, me encierro para llorar en silencio…

El hecho es que todo este proceso de reencuentro y reflexión me ha ayudado a redescubrir mi núcleo y eso lo agradezco profundamente…
Viéndote con Sandra y mis primitas, me veo proyectada y quizá es lo que me gustaría tener en un futuro y creo que esto tiene que ver mucho con la sensación de calidez que transmiten…

¿Qué más te puedo decir? No hay palabras para describir la alegría que me ha dado el verles… Los quiero mucho, los amo profundamente y les llevo en mi corazón a cada instante…

Espero que el nuevo año esté lleno de alegrías y enseñanzas para ustedes… De seguro, la bendición de Dios habitará en su hogar y se extenderá a cada una de las personas que tengan el placer de compartir con tan bella familia…

En cuanto a Natalia y Emilia, no les diré nada que ustedes no sepan; ellas han llegado a sus vidas y a las nuestras como ángeles cielo, que nos alegran cada día y son testimonio vivo del milagro de la vida y como preciosos tesoros, deben cuidarlas y protegerlas…

En fin, son una hermosa familia, mi familia… Gracias por todo…

Los amo, que Dios les acompañe y bendiga siempre…

La Chili