La Muerte...
He invocado tanto La Muerte y ella nada que viene a mi encuentro…
Es soberbia y me dice: “No es cuando tú quieras sino cuando yo diga”.
Así que no nos queda de otra que esperar mientras ella se decide, porque aunque salir a buscarla es una opción, le temo al encuentro cuanto más cerca está.
Varias veces he estado en su puerta a ver si por casualidad salía a hacer alguna diligencia mortal, pero no salía, o tal vez ya estaba afuera con alguien más.
Debo confesar que La Muerte es la única mujer que me atrae, quizá porque su práctica es algo masculina; no lo sé…
Espero que me bese y me robe el aliento, pero a lo mejor decide ser violenta, escabrosa sombría…
Hoy la pienso, y la pienso tanto… A ver si mañana amanece y no amanezco, a ver si despierta y no despierto; pero tal vez despertaré y viviré, y no me quedará otra opción que seguirla esperando.
Hoy la siento cerca, muy cerca… Me roza y se burla… Disfruta verme así: Medio muerta en vida… Medio viva muerta…
Le gusta verme llorar como una beba y le gusta también ver como me autodestruyo, y justo cuado me ve al borde del precipicio, se aleja; ve el espectáculo de la recapacitación, tan puta como las disculpas; de hecho son familia, por eso se parecen tanto, que a veces se confunden.
Que putada la de La Muerte y que puta yo que me creo única.
Vendrá, pero quizá no esta noche.
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